Fundamentos.


Las economías contemporáneas avanzadas no logran conciliar los desafíos del crecimiento y la alta competitividad (que impone un mercado internacional) con la creación de empleo para una población mundial expansiva (en términos globales) y con una cada vez mayor esperanza de vida.
La situación es extremadamente más dificultosa para las economías demoradas y en vías de desarrollo, como las de Latinoamérica, que en la mayoría de los casos suman a aquellos problemas, los derivados de la crisis de endeudamiento y el ajuste de sus estructuras productivas e institucionales a las nuevas exigencias de mercados más abiertos e interdependientes.
En los Albores del tercer milenio el gran desafío de las economías latinoamericanas se llama competitividad. Particularmente aplicado a las pequeñas y medianas empresas ubicadas en las regiones del interior del país, con énfasis en los productos de alto valor agregado para los mercados de exportación. Empresas viables generarán empleos genuinos y estables y serán fuente de desarrollo regional sustentable.
Para alcanzar esa competitividad el hombre es el principal agente de la transformación económica porque su carácter, su actitud y su conocimiento constituyen las herramientas fundamentales para el cambio, dejando atrás en la escala de relevancia a los factores de producción, al capital y a los recursos naturales.
Hoy el saber es el único recurso significativo. Los tradicionales factores de producción se han convertido en secundarios, pueden obtenerse y con facilidad, pero siempre que haya saber, y este, entendido como servicio, como medio de obtener resultados sociales y económicos. En esa consideración, la revolución de nuestro tiempo es la aplicación del saber al saber.